La imagen de la Virgen del Patrocinio a lo largo de los años ha ido evolucionando adquiriendo rasgos más tiernos, nuevos matices, otros colores, lo que ha ido haciéndose una señal de identidad en ella y la hace muy fácil de reconocer, y es que en pintura, acuarela, ordenador, escultura sus rasgos y la profundidad de su contenido no es variable.  

La imagen es María, vestida con tonos azulones, sosteniendo en sus manos a Jesús niño, y a su izquierda de pie una niña que pide la protección y la seguridad que regala una madre tan solo con el hecho de estar cerca. Una niña que es mirada tiernamente por Jesús y en su bondad le ofrece lo que tiene al alcance de su mano “un ramito de flores”, una niña que mira hacia arriba con admiración y necesidad, entendiendo que María sostiene en sus brazos al Hijo de Dios.  

Pero en muy pocas casas existe la escultura de la Virgen del Patrocinio sentada. Nuestra Madre con Jesús en sus piernas, descansando, pero en escucha activa, la madre que se pone a la altura de sus hijos más pequeños, más frágiles, más necesitados, una altura que le permite que se le acerquen y le susurren al oído sus miedos necesidades, alegrías. Es nuestra madre que se detiene para que vayamos a ella.   

En la Congregación existen dos tallas de estas características, una completamente hecha en madera que se encuentra Venezuela, más específicamente en la capilla de la comunidad de Petare, más concretamente en el colegio de Petare y otra que se encuentra en la comunidad de Madrid, en la capilla que las hermanas tienen en su casa.  

Que alegría, contamos con una Madre que no es solo Amparo, estrella y norte, sino que además no cesa en su deseo de que alcancemos a Jesús y vivamos en Él. Una madre que aproxima si cabe a Jesús a un más a nosotros.