No esperes un ‘aparecido’ caminando por tus calles. No esperes una visión celeste, tangible, palpable, corpórea, resucitada… porque entonces te perderás las semillas del resucitado. Te perderás los indicios de su presencia en nuestro mundo. Te perderás mil destellos que hablan de una luz mayor. Mil sonidos leves que auguran una sinfonía espléndida. Te perderás colores que apuntan a un gran cuadro hermoso.

El resucitado en nuestro mundo está vivo, en la acción del Espíritu.

«Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mt 18, 20)